Maipú: 1994 – 2015 (Capítulo III)

1996 fue un año muy diverso, fue como un sube y baja muy caótico para un niño de 14 años. Ya estaba en la enseñanza media y eso me hacía «grande». A pesar de seguir en el mismo colegio yo ya no estaba en la básica y había entrado en el camino de construcción de mi PAA (Prueba de Aptitud Académica). En Maipú yo ya tenía buenos amigos, ya había conocido al Esteban, pero no éramos tan buenos amigos como lo seríamos más tarde. Mi mejor amigo era el Cristian Valenzuela o «Rusio», como le decían muchos, menos yo (no sé porqué nunca me gustó llamarlo así). Él tenía un hermano, el Rodrigo y se llevaban por un año, tenían apenas, 13 y 12 años respectivamente. Ellos vivían en el pasaje Isla Mocha, sólo nos separaba el pasaje Lago Carrera, el mismo donde vivía el Esteban… algo simbólico pues más tarde el Esteban siempre estaría en medio de mi mistad con Cristian.

En el 96 yo ya había descubierto la música como una forma de acompañarme, recuerdo que en la casa había un «minicomponente» muy de la época que tocaba caset y VINILOS!. Era de mi abuela, pero en la semana y durante las tardes me pertenecía. Lo que más escuchaba era Nirvana y Rage Against The Machine, obvio que también Red Hot Chili Peppers y Faith No More… en realidad eran como LOS grupos de la década, pero igual de repente escuchaba mucha radio por donde se coló toda esa música pop noventera que hasta el día de hoy escucho por recordarme la mejor etapa de mi vida. Si llegaba temprano del colegio era infaltable escuchar al Rumpy y El Chacotero Sentimental que empezaba a las 2 y terminaba a las 4. Por la tarde veía Los Caballeros del Zodiáco y el Extra Jóvenes. Ya más tarde, cuando llegaba mi mamá del trabajo, veíamos la teleserie del momento y tomábamos once… mi papá llegaba más tarde, tipo 10, cuando daban el Tiempo y empezaban algunos de los estelares como Viva El Lunes o Mea Culpa.

La vida era «normal» hasta que comenzaron los problemas en la casa. Esa familia que estaba integrada por mis papás, mis hermanos, mi abuela y mi tía (que más parecía mi prima por tener 18 y yo 14). Ese año todo se desintegró. La Carola, mi tía, quedó embarazada en cuanto terminó el colegio y se fue de la casa, la abuela como que se dio una nueva oportunidad con el papá de uno de sus hijos y casi ya no pasaba en la casa, mi hermano Alejandro cada vez se alejaba más de nosotros y mis papás… eso fue lo peor, pues mis papás comenzaron a tener problemas graves y estuvieron separados por un tiempo. Fue la primera vez que mi papá se fue de la casa. Fue difícil, sobre todo para mí que era el que más tiempo había tenido a mis papás juntos.

Como decía, la separación duró un tiempo, porque mis papás un par de meses después se reconciliaron y se volvieron a juntar. Y no sólo eso, pues esta vez se casaron, después de casi 15 años de convivir, se casaron! Me acuerdo que no me dejaron faltar al colegio para ir a su matrimonio… puta los weones mala onda, se casan y no dejan ir a su hijo mayor a la ceremonia en el registro civil. Ahora que lo pienso lo encuentro bien mala onda, quizás por eso ese día al salir del colegio no me fui directo con ellos y preferí irme a la Feria del Disco a comprarme el caset de Los Prisioneros Ni por la Razón Ni por la Fuerza (el caset era doble y no tenía tanta plata así que sólo me compré el Ni por la Fuerza, que era el que traía más canciones, y un par de pilas para escucharlo en el personal stereo). No recuerdo mucho de ese día, pero en la casa siempre anduvieron dando vueltas algunas fotos de ese matrimonio al que no fui invitado. Mis papás se veían felices.  Creo que fue la última vez que los vi así.

De los momentos más bacanes que viví en Maipú durante ese año 96 fueron los primeros partidos que jugó Chile en las Eliminatorias para el Mundial de Francia 98. Junto a mis amigos vivíamos esos partidos como si fueran los más importantes de nuestras vidas, porque eramos parte de esa generación que nunca habíamos visto a Chile jugar un mundial, entonces todo el ambiente que se vivía era de locura. Me acuerdo que el primer partido que jugó Chile fue en Venezuela y lo empatamos en el último minuto con un gol de rodilla de Javier Margas. Para el fútbol chileno era una vergüenza empatar con Venezuela así que echaron al pobre Bigotón Azkargorta que era el entranador. Ahí fue cuando llegó el Pelao Acosta y goleamos a Ecuador, Alberto Plaza creó el himno «Vamos Chile, que a Francia hay que llegar», nació la dupla Za-Sa y Viva El Lunes parecía el lugar de concentración de la Selección. Mientras tanto, unos cabros chicos de Maipú celebraban cada triunfo en la pasarela del Camino a Melipilla, esa que conecta a las villas Los Héroes y El Abrazo, con papel picado y banderas. Éramos miles los que llegábamos a celebrar ahí, dejábamos la cagá y al final siempre llegaban los pacos y nos teníamos que ir a la casa.

Yo siento que era feliz, había superado un gran susto de separación entre mis papás, la música se había transformado en una gran compañera en mis tardes de soledad, tenía un grupo de amigos y hasta jugaba en un equipo de fútbol, el Pocuro FC, el cual a mucha honra puedo decir que fundamos nosotros, cuando el papá de un amigo (el Tongua) nos mandó a hacer unas camisetas auspiciadas por la Ferreteria El Trébol, de la cual él era el dueño (sabía mucho de marketing y publicuidad el hombre). Recuerdo que fuimos a jugar a varias partes representando, primero a nuestra plaza y después a toda la villa, cuando todo se hizo más oficial y se llenó de viejos borrachos. También teníamos el Galpón, el lugar más bacán para jugar a la pelota de todo Maipú, pues era de baldosa y techado. Nos creíamos la muerte porque las otras villas nos envidiaban y además nunca perdíamos en casa, éramos mejores que Los Supercampeones aunque Los Halcones de la Villa El Abrazo siempre nos ganaron en sus canchas de pasto. Yo era defensa, jugaba de «3», en el fondo con el Pape y el Esteban. Mi único gol en cancha de fútbol lo marqué en Melipilla cuando enfrentamos al Independiente de Bollenar.

Como decía, era un niño feliz, yo ya me sentía adolescente y quizás sí lo parecía y hasta me sentía, pero nada, absolutamente nada iba a hacerme crecer tanto como el siguiente año, el 97, cuando viví la época más dura y negra de mi vida, cuando me convertí en un adolescente problemático y depresivo. Cuando conocí a mis verdaderos amigos en el colegio, cuando escuché la mejor música, cuando vi los mejores programas y cuando fui a mis primeros conciertos. El año siguiente fue el peor y mejor año de mi vida, el único año al que volvería si tuviera la oportunidad de hacerlo… fueron mis 15 años o algo así como mis 15 minutos en los que dejé la cagá y al mismo tiempo me destruyeron la vida. Pero pasó y aprendí tanto que hoy, 18 años después, puedo recordarlo con mucha nostalgia. Ya viene.

Andrés.

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